lunes, 10 de enero de 2011

¡Ya es hora de pasearnos a cuerpo!


Cuando leemos los comentarios anónimos de determinados lectores de los periódicos regionales sobre la lucha que mantenemos las y los empleados públicos de la Administración Regional contra el tijeretazo, que, en esencia, insultan, menosprecian y vejan nuestro trabajo sin ningún tipo de análisis racional, recordamos aquel poema- España en marcha- de Gabriel Celaya que comienza así:

“Nosotros somos quien somos.
¡Basta de Historia “. de cuentos!.
¡Allá los muertos! Que entierren como Dios manda a sus muertos.

¿Debemos justificarnos explicando que la sanidad, la educación y los servicios sociales son derechos subjetivos de los ciudadanos?, ¿o que la transmisión de conocimientos y valores deseables socialmente no deben ser mediatizados exclusivamente por cálculos de rentabilidad económica?; ¿debemos en 2010 recordar que el derecho universal a la salud no depende de la riqueza personal o familiar de sus beneficiarios?. Hay gente que juega con fuego porque piensa que lo controla, que nunca se extenderá más allá de sus convicciones o intereses. Pero, y esto parece que ha quedado meridianamente claro con la actual crisis económica, ya no somos dueños de nuestro futuro, tampoco, parece, de nuestro pasado porque éste último ha sido reescrito y el siglo XX se nos presenta como una centuria perdida, una anomalía en la que se ensayaron políticas económicas y sociales decididamente erróneas. La sanidad y la educación pública universales, los derechos sociales de cuarta generación fueron, si hacemos caso a esta gente, el camino de servidumbre del que nos habla Hayek. El otro pilar del Estado del Bienestar, los servicios sociales están siendo reorientados hacia los comportamientos filantrópicos, si no al retorno a la caridad cristiana. Resulta sintomático el afán del Consejero de Política Social de rebautizar los centros del IMAS con nombres tipo “Virgen del Valle”, “Monseñor Azagra”. Esto no es una crítica a la labor social de la iglesia católica- encomiable la labor de Cáritas y otras ONG,s próximas a ella-. Por desgracia, y en esto habría que rendir tributo a cierto liberalismo político- en nada emparentado con las doctrinas que se han apropiado del término- los servicios sociales que quieren perpetuar en nuestra región están emparentado con el caciquismo y el clientelismo de tanta raigambre en esta tierra. Las pensiones no contributivas, el salario mínimo de inserción, las ayudas a la dependencia, entre otras, son aprehendidas como herramientas de control y perpetuación del poder político por nuestros gobernantes, no como derechos de los ciudadanos. Algo parecido ha debido ocurrir con los derechos laborales de las y los empleados públicos. No estamos hablando de su posible modulación en épocas de crisis o de bonanza económica. Todo es negociable dependiendo de la situación social y del margen de actuación. Lo que es inaceptable, impropio de una cultura de consenso y de pacto es la actitud autoritaria, prepotente e intermitentemente chulesca de una clase política que nos ha hundido- Madrid y Murcia, el Consejo de Ministros y el Consejo de Gobierno- en un hoyo en el que difícilmente se ven las estrellas y excesivamente bien el hormigón y las comisiones adheridas a él. Esta gente tan inteligente, que tan bien hacía las cosas, que había encontrado en el euro y en el turismo el elixir del eterno crecimiento ha demostrado que eran unos advenedizos que desconocían, o que ignoraban conscientemente, los cimientos de barro del crecimiento económico. Claro, ellos estaban en otras cosas.
Entre tanto, la educación pública sobrevive con gastos decrecientes merced al compromiso de profesoras y profesores con su trabajo y con su responsabilidad de formar ciudadanos libres; la sanidad, ese gran sector público difícilmente privatizable sin perder su carácter universal e igualitario- lo mismo podemos predicar de la educación- , mantiene unos niveles de calidad en nada envidiables el entorno de Europa Occidental y los servicios sociales resisten con mayor dificultad los embates privatizadores. Todo esto a pesar de nuestros políticos que desearían que la rentabilidad de la prestación política de estos derechos sustituyera al mercado electoral de ideas y de propuestas de actuación, es decir, que les sirviera para su perpetuación en el poder. El llamado neoliberalismo es, en definitiva, el retorno al caciquismo desprovisto de su aspecto social.
Existe un desenfoque en la percepción que tiene el gobierno regional de sus empleados y empleadas públicas del que tenemos nosotros y nosotras de ellos. Creer que existimos para cumplir sus designios ha sido su error, porque la democracia permanece, los derechos subjetivos también, y los que no permanecen son ellos cuando incumplen su obligación: la satisfacción de las necesidades y deseos de los ciudadanos, entre ellos nosotras y nosotros.
Como dijo Lord Actonel poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”.
El próximo día 12 las organizaciones sindicales nos han convocado a una nueva manifestación. Allí estaremos, más numerosos que nunca, orgullosas y orgullosos de nuestras profesiones, de nuestros derechos y de nuestros logros personales, haciendo frente a cierta incomprensión social manufacturada por los medios de comunicación serviles, pero libres, con el viento de la libertad soplando a nuestro favor porque tenemos razón, somos muchos y fuertes y, sobre todo, creemos en nosotros. Ellos seguirán escondidos, mintiendo, buscando culpables en otras latitudes, intentando dividirnos, pero sabemos, y lo sabremos durante mucho tiempo, que son unos mentirosos y que los hemos pillado en la mentira. Y como dijo también Celaya:

“¡A la calle! Que ya es hora
de pasearnos a cuerpo!”

Sí, volveremos a pasearnos a cuerpo por la Gran Vía hasta que deroguen el infausto tijeretazo.

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