jueves, 26 de mayo de 2011

Somos el futuro

Indignados, indignación…somos poemas con alas que se posan en los telares del Siglo XXI, con las palmas de las manos acogiendo los retazos del cielo que todavía brillan en azul intenso y nos guían entre las tinieblas del mercado universal. Miramos nuestras manos, las acariciamos con la voz, con la mirada alegre, con el susurro de las hojas que se agitan entre las tiendas de los campamentos, y las vemos llenas de bondad humana, de ideas que convergen en un mundo mejor, distinto, alejado del egoísmo que, se dice, es el motor del progreso de las sociedades.

Nos llaman nazis, un señor de Murcia así nos ha tildado, nos insultan por ocupar las plazas de las ciudades transmutadas en nuevos y distintas ágoras griegas, bajo el sol mediterráneo. Las olas de la civilización besan con su blanca loza los parterres de los jardines, los adoquines y las estatuas de los espacios públicos, esos que siempre han sido nuestros y a los que ahora se les quiere despojar de su carácter de lugar de encuentro, de debate, de confrontación de ideas, de simbiosis de corazones y pensamientos. Nazis por debatir, por compartir, por amar, por odiar lo inhumano, aquello que nos hace esclavos : nazis por elaborar libros en lugar de quemarlos, por crecer como una rama cuajada de sueños en el árbol mal podado de la historia.

Somos gente con nuevos valores, dispuesta a crecer y florecer en el olmo de las ideas, a impedir con nuestra movilización permanente que ningún poder –económico, social, gremial- nos entierre en el arroyo del olvido, porque crecemos, y creceremos, y en el estío seremos el árbol de la vida, cuajado de frutos hermosos y de flores que germinarán en briosas ideas de sociedades distintas.
Somos los indignados, el movimiento 15-M, la poesía de métrica libre, los cavadores que buscan las raíces de la realidad en un mundo perdido que nunca fue nuestro porque nos lo arrebataron.
Somos el futuro.

jueves, 19 de mayo de 2011

Campamentos por todo el país...

Parece que en el corazón de la máquina, de los engranajes que siempre funcionaron a la perfección, está creciendo hierba, y color y pensamiento. Vivíamos adormecidos en un mundo que nos ofrecía un paraíso cambiante pero siempre con los mejores frutos que pudiera proporcionar la ciencia. Pero ahora sabemos que las personas que habitamos las tierras del planeta, tierras de América, de Asia, de Oceanía, de África, de Europa…somos marionetas manejadas a su antojo por los mercados, por los especuladores y por gentes que discriminan los derechos, que todos y todas adquirimos por el mero hecho de nacer, en aras del poder económico, también social.
Vivimos en una sociedad mediatizada por los partidos políticos, el voto obligado éticamente cada cuatro años, la soberbia de unos personajes que se consideran más inteligentes, mejores en definitiva, que el resto de los ciudadanos por el hecho de haber sabido (picardía, apoyos familiares…) aparecer en los primeros puestos de cualquier lista electoral. Y han inventado el mito del coste excesivo de métodos directos de ejercer la democracia: el referéndum, por ejemplo, al tiempo que nos niegan capacidad para discernir, y por tanto votar, sobre diversas formas de organización social y económica que pudiéramos plantear.
Está todo atado y bien atado. Dos partidos políticos que se reparten el poder político y territorial a lomos de una ley electoral discriminatoria para opciones filosóficas, políticas, de transformación social. Con esta ley siempre serán los amos de país en unos momentos en los que los amos deben ser borrados de la faz del lenguaje y sustituidos por ciudadanos iguales que se unen para mejorar tanto desaguisado.
Debemos seguir creciendo, abriendo campamentos en todas las ciudades importantes, demostrando que la ética de la gente desprecia esa otra ética de la mentira política, las cloacas y la fontanería. Esto no puede quedar en nada: debemos empujar a las organizaciones que defienden sinceramente una democracia directa, una sociedad articulada sobre la educación, la sanidad, los servicios sociales públicos, que no castigue al necesitado y sí lo convierta en el centro de nuestras aspiraciones.
Todos y todas a la calle, a los campamentos, a la Glorieta de España, a la Plaza del Sol, a todos los espacios urbanos que nos pertenecen como ciudadanos y como personas que buscamos la felicidad en la sonrisa de un niño, y de un anciano, en nuestra propia sonrisa