En la última semana han ocurrido muchas cosas. Algunas horribles, otras cómicas o tragicómicas. En su aspecto político, ni unas ni otras nos interesan; allá ellos y sus actos. En lo humano, pensamos que la ley y su imperio fueron diseñados para proteger tanto al fuerte como al débil; no para utilizarla en la contienda política, como ha ocurrido en estos siete días de enero. Se sabe, la historia puede corroborarlo, que en este caso los débiles siempre pierden, son marionetas zarandeadas por el espectral viento del poder y sus intereses. Para evitarlo en el Siglo XX se entretejió una malla protectora que defendía a la gente de la ley de la selva: se la llamó sanidad pública, educación pública, jubilación retribuida, protección económica de las personas expulsadas del mercado laboral… ya casi no nos acordamos de para que sirven las cosas; el lenguaje ha sido pervertido y a la seguridad laboral, por ejemplo, se la llama privilegio. Parece que el objetivo es que todos los trabajadores- los empleados públicos los primeros- nos pongamos en fila india y negociemos individualmente con el patrón nuestras condiciones laborales. Todos sabemos lo que eso significa. Alguno se reirá y exclamará: ¡comunismo chino!.
Si hay algo que nos puede aliviar de esta semana trágica, de criminalización de decenas de miles de personas, es la fortaleza que mantenemos, todos arropados detrás del lema “DIGNIDAD Y RESISTENCIA”.No somos culpables de nada, menos aún de posibles expolios y derroches injustificables de la riqueza que, no podemos olvidarlo, es colectiva, no de unos pocos políticos que han creído que la ostentación continuada del poder, y la soberbia que brota de las mayorías absolutas, les da licencia para cualquier abuso. La legitimidad deviene de las urnas pero también de la ética y de la honestidad del que la recibe. Sin embargo, esta última semana ética y honestidad no han brillado en los cielos murcianos, tampoco en las páginas de los periódicos o en las televisiones, públicas o privadas. La persecución salvaje de un muchacho de 25 años así lo atestigua.
Terminando la semana, nos llega la noticia-broma de que el personaje Ramón Luis Manostijeras puede vulnerar, en escrito del señor Secretario General de la Consejería de Política Social, Mujer e Inmigración, derechos fundamentales constitucionalmente protegidos. Molesta la libertad de expresión, incomoda la defensa legítima de los derechos laborales de decenas de miles de ciudadanos pero, sobre todo, les indigna el espejo social –todos nosotros- en el que se refleja su fracaso sin paliativos, un coro colectivo de voces gritando al unísono que nos devuelvan nuestros derechos laborales robados, que deroguen inmediatamente una ley vergonzosa, con una Exposición de Motivos que irradia a toda la sociedad el convencimiento de que se ha perpetrado la mayor cobardía política conocida en nuestra región.
Somos gente libre y, por tanto, civilizada. No obstante, la semana vivida nos hace dudar de que la clase política que padecemos participe de nuestra civilización. Parece todo lo contrario: un retorno al sectarismo y a la caracterización que hace Carl Schmitt del “otro” como enemigo; a nosotros, hasta hace poco empleados públicos ejemplares de la educación, de la sanidad, de los servicios sociales y de los servicios administrativos, se nos ha despreciado y se ha insultado nuestra inteligencia afirmando que estábamos siendo manipulados. Pero el mayor insulto es pensar que con tan poco bagaje expositivo nos íbamos a creer cuentos chinos que harían sonreír a cualquier fabulista de tres por cuarto.
El próximo martes, 25 de enero, vamos a iluminar la ciudad de Murcia con decenas de miles de velas. Debe ser la mayor manifestación desde que comenzó nuestra lucha. No podemos olvidar nuestros compromisos con la sociedad y con nosotros mismos. Tampoco debemos echar en el olvido los agravios sufridos. Tenemos la victoria en la punta de los dedos, rozando sus bordes de azúcar y sueños. Debemos empujar hacia adelante el carro de la historia y afirmar nuestros principios bajo la luz de la luna de enero.
Murcia es una tierra que siempre maltrató a sus gentes. No permitamos que vuelva a ocurrir y que no nos ocurra como a Ramón Gaya “al que le han hecho pagar todas sus tristezas con silencios” (Max Aub).
DIGNIDAD Y RESISTENCIA
TODAS Y TODOS A LA MANIFESTACIÓN DEL 25 DE ENERO
TODAS Y TODOS DE LUTO, CON VELAS, EN SILENCIO…
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