Se comenta que Bill Clinton ganó las elecciones norteamericanas de 1992 con una frase fuerza: “¡es la economía, estúpido!”. Desde hace más de tres semanas, desde que la Asamblea Regional aprobó la infausta ley conocida como tijeretazo, los empleados públicos le estamos gritando al presidente Valcárcel, una frase con idéntica estructura pero alejada de la cobardía moral de los políticos murcianos: ¡Son los principios, estúpido!, ¡son los principios!. La manifestación de hoy, 12 de enero, se ha convertido en una rebelión cívica contra la profanación del valor más sagrado de cualquier empleado público: su compromiso con el servicio público. Solo desde este punto de vista se puede entender la participación de más de 30.000 personas en la manifestación, desde la convicción de haber sufrido una agresión al núcleo mismo del placer vocacional de trabajar al servicio de los ciudadanos. No creo que se trate sólo de una disminución salarial, ni de la eliminación de derechos laborales consolidados. No. Se trata de la dignidad y el orgullo personal de trabajar en lo que nos gusta, también de la convicción de que no lo hemos ganado sin esfuerzo como, ahora parecen mantener los políticos para enfrentarnos con el resto de los ciudadanos.
¿Qué hemos visto hoy en la manifestación?. Muchas cosas. Alegría al ver la Gran Vía ocupada por decenas de miles de personas; la multitud de lemas, cánticos y consignas ajenas a las organizaciones sindicales; también el orgullo de muchos compañeros que portaban banderas, pancartas y lemas sindicales; el ambiente festivo que se vivía en una tarde cálida, hermosa, con la luna en medio de la Gran Vía; las niñas y niños que caminaban junto a sus padres y madres, orgullosos, con la alegría de participar con sus progenitores en un acto justo y necesario... la alegría de estar allí, entre amigos y compañeros, sabiendo que estamos escribiendo una historia hermosa, de lucha y dignidad.
Hemos sido muchos y las calles han sido nuestras. Ellos, Valcárcel y su gente siguen sin entender nada, tan endiosados estaban y tan alejados de una realidad que se les representa cada vez más peligrosa e incierta.
Alguna manifestante comentaba que nos disolviéramos en grupos, que no andáramos solos por las calles de Murcia porque se habían vuelto peligrosas: en cualquier momento, un político podría quitarnos la cartera. Lo tomamos a broma, pero pensándolo bien, ¿qué han hecho hasta ahora sino robarnos al tiempo que nos acusaban de privilegiados?.
Debemos seguir luchando. No hay gobierno que resista mucho tiempo la presión social a la que están sometidos Valcárcel y su gente.
¡PODEMOS!
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