lunes, 3 de octubre de 2011

Orgullo y dignidad de un sindicalista indignado

Reproducimos carta de Leandro García Corredera, sindicalista de CC.OO:

"Yo también estoy indignado, como muchas personas que conozco.

Estoy indignado contra el capitalismo y contra la banca, contra la avaricia y la injusticia social, por la corrupción de algunos políticos, por el menosprecio de las políticas económicas y comportamientos empresariales que nos han conducido a 5 millones de parados y que mucha gente esté perdiendo su casa.
Pero también estoy indignada con los indignados que, desde el mes de mayo, me etiquetan, condenan, apartan, y tratan de equipararme al mismo nivel que un Maddoff, un Botín y el presidente del Fondo Monetario Internacional.
Soy sindicalista, milito en CCOO, y como yo más de un millón de compañeros. Llevo toda la vida en la indignación, movilizándome y luchando por un mundo más justo. No he pasado de nada y nada me ha dado igual.
Ahora se ha evidenciado un síntoma de descontento social, con un considerable apoyo mediático. Pero somos muchos los que, día a día, arrimamos el hombro para cambiar las cosas, tratando de mejorar la situación de los trabajadores en las empresas, exigiendo protección social para las personas que han perdido su puesto de trabajo, combatiendo y denunciando los abusos empresariales, las políticas económicas neoliberales que tratan de acabar con las conquistas sociales. Somos muchos y muchas los que trabajamos por la igualdad en todos sus ámbitos. Pero no es fácil ni el resultado es inmediato.
El sindicalismo ha convocado huelgas generales, haciendo frente a todo tipo de críticas, cuyo altavoz mediático ha buscado el desprestigio, el debilitamiento del movimiento sindical. Me he movilizado contra el decretazo de Aznar, contra la reforma laboral impuesta por este Gobierno y soy una de los que ha firmado la Iniciativa Legislativa Popular contra una norma que supone un abaratamiento del despido.
 Por eso, me indigno cuando alguien cuestiona e intenta descalificar mi labor y la de mis compañeros; por eso me duele que algunos portavoces del 15 M capitalicen “la verdad absoluta” y pretendan convocar una huelga general dentro de las empresas desde fuera de las empresas, al margen de los representantes, elegidos democráticamente, de los trabajadores. Me molesta que descalifiquen, de manera global, a todo el mundo, a políticos que desde hace tiempo vienen defendiendo lo mismo que ellos, a sindicatos que muchas veces han sido la única oposición a la apisonadora de los poderes económicos y financieros. Nuestro objetivo es defender los intereses de los trabajadores, pero no está en nuestra mano legislar y gobernar.
Estoy indignado porque ahora, según ellos, mi delito y el de tantos otros y otras, es que con esa lucha pequeña, al parecer estoy legitimando “el Sistema”. Parece ser que yo, y tantos otros como yo, legitimamos a los poderosos con nuestros actos, con nuestra participación ciudadana e, incluso, con nuestra ideología. Y sólo porque esta participación se apoya en lo colectivo y en la fuerza de la unión. Estoy indignado porque algunos han olvidado, que en esta lucha, no sobra nadie.
 Muchas propuestas del 15 M confluyen con las nuestras, otras probablemente no. Pero donde no coincidimos es en la percepción principal: sólo sumando es posible garantizar una democracia real.
Por todo esto, reivindico el orgullo de pertenecer a un sindicato que lucha por una sociedad más justa. Reivindico el orgullo de trabajar, día a día, a veces por causas denostadas, perdidas y silenciadas. El orgullo de defender lo cotidiano, lo que parece tan seguro y que, poco a poco, nos quieren quitar. El orgullo de hacerlo de manera gris, anónima, pero colectiva.
Reivindico orgullo y dignidad, para todos aquellos luchadores/as, cuyo nombre nunca entrará en la historia, pero sin los cuales nuestro mundo cotidiano sería mucho peor. Siento una profunda tristeza y un tremendo cabreo por tener que defenderme y justificar lo que hago, ante un movimiento que coincide con muchas de las cosas que defiendo.
Por eso, reivindico el ORGULLO y la DIGNIDAD de ser sindicalista.
Leandro García Corredera.
Trabajador asalariado desde los 14 años y sindicalista.

domingo, 2 de octubre de 2011

En el Reino Valcarciano

En el Reino Valcarciano se envuelven longanizas con billetes de quinientos euros, se desprecian los impuestos directos, no así los indirectos, porque los ricos son mayoría y los pobres se refrescan con la brisa de octubre de las noches valcarcianas, que son blancas como las noches bálticas y serenas como el crepúsculo en los bosques boreales.
El tiempo transcurre en el Reino Valcarciano como en los días de La caída de los dioses de la estepa de Ismail Kadaré. Tierra hermosa, agua, mar, vida, mientras se recrudecen las campañas contra el pensamiento divergente, se abomina de los premios nóbeles y se mira en el ombligo ajeno el origen de toda maldad e ineptitud, congénitas en los otros, inexistente en nosotros.
En el Reino Valcarciano la vida se desenvuelve como en las mejores novelas de ciencia ficción: la paloma blanca del replicante fenece en las manos de la cultura, Blade Runner se proyecta en los cines de Orión y los parques temáticos atraen buitres a los futuros bosques, rápidos y estrellas dóricas de los alrededores de Alhama. ¿Alguien ha indagado la semejanza temática entre la novela decimonónica española y rusa?. Seguro que sí, pero nuestros valcarcianos no leen literatura, solo los apuntes de sus cuentas corrientes. Es triste como la tristeza de un incendio reflejado en la cara heroica de la luna declinante.
Valcarcius I Rex nos gobierna con una guitarra española. De madrugada, canta a las nubes blancas que cruzan el cielo y observa perplejo los láseres de las zonas de fiesta. En derredor, los poetas escriben odas, sonetos, versos de rima libre, se acuestan a altas horas de la madrugada, hablan en los consejos de gobierno, beben y sonríen al rey. Toda la poesía del país de los últimos 16 años puede leerse en el Boletín Oficial del gobierno valcarciano. Es mala, malsonante, sin ritmo, sin colorido: hangares desiertos, ciudades vacías en mitad de la nada o paralizadas a medio construir, proyectos futuristas, incendios, cuervos alrededor, serpientes, tortugas abrasadas, cloacas, dinero enterrado…
Nuestra felicidad en el Reino Valcarciano es relativa. Somos y no somos, reímos y lloramos al unísono, observamos en los demás la perfidia de la insolidaridad pero obviamos la nuestra propia, leemos Escuela de Mandarines y miramos para otro lado, reflexionamos sobre el caciquismo de la Restauración e intuimos los rostros de sus beneficiarios en la Corte Valcarciana, sabemos que vivimos en el desastre permanente pero minimizamos y somos felices, somos un pueblo de súbditos felices gracias a Él, a nuestro eterno Rex

lunes, 26 de septiembre de 2011

Ahora

Si alguna vez creímos que la libertad modelaba nuestras creencias, nuestra forma de vida, nuestros contornos solidarios y, quizá, nuestra forma de amar y relacionarnos con los nuestros, estábamos equivocados. Vivimos una era extraña en la que las certidumbres que nos han alimentado se han esfumado en el éter de los mercados y ahora, mientras observamos los paisajes, los que la declinante naturaleza nos muestra para que nos regocijemos y los que la sociedad, o la parte de ésta que nos controla y manipula, ha desteñido con sus ladrillos, sus pvc,s, sus vistas a un mar de plástico y basura cosmopolita, solo somos marionetas accionadas por las declinaciones del dólar o del euro.
Si alguna vez pensamos que teníamos un mínimo control sobre nuestras vidas y sobre la parte de la sociedad en la que nos movemos y nos relacionamos, los primeros años del Siglo XXI han sido la tumba de nuestras ilusiones individuales y colectivas de autonomía decisoria. Por encima de todo, el sufragio universal se ha teñido con el color de la duda, que suele ser negro o de una gama inconcreta de grises. El contrato social que, se supone, crea las democracias contemporáneas, la idea de que cada una de nosotras- o nosotros- puede, mediante la participación activa o pasiva en la res publica, participar en la construcción económica, cultural y/o ideológica de las sociedades posibles ha resultado errada. Es el dinero, es el poder que éste otorga, el verdadero ingeniero social que hace, deshace y controla las voluntades individuales y colectivas manifestadas mediante el voto y la urna.
Si alguna vez nos hemos ilusionado con unas elecciones generales, por los cambios que éstas podrían traernos, con la alternancia ideológica en la construcción de las sociedades posibles, debemos gritar, con todo nuestro silencio impuesto por los grandes medios de comunicación, que el 20 de noviembre llega con el desencanto absoluto. No creer es no amar, no creer es no votar porque las ilusiones ya no existen, tampoco la fortaleza para entrar en un colegio electoral, mirar a los ojos de los apoderados e interventores y decirles que son unos farsantes, que el voto ya no es democrático porque representa intereses espurios, porque no deja de ser una mentira de los ingenieros sociales y sus patronos, los poseedores de la riqueza mundial.
Si alguna vez hemos tenido el pálpito de no votar, a pesar de las palabras anteriores, nos hemos armado de valor cívico y hemos gritado al mundo que nos rodeaba, a toda esa gente que te rodeaba y que no pensaba como tú, que no sentía como tú, que llegaba al colegio electoral con certezas absolutas sobre los supuestos “suyos” y sobre la iniquidad de los contrarios, que somos como los salmones que remontan los ríos, contracorriente. Buscamos la razón de la existencia en los cuerpos celestes, creemos en la armonía social, creemos en la solidaridad con todas las personas, creemos en las sociedades laicas, en las escuelas públicas, en los hospitales y servicios sociales públicos, en las lecturas de poetas, escritores, soñadores comprometidos, en la vida, en las sociedades abiertas y en las relaciones sociales libres, sin condiciones económicas impositoras.
Allí estaremos, el 20 de noviembre.

domingo, 25 de septiembre de 2011

Las Comisiones Obreras

A las cinco de la mañana el autobús partió de La Fica. El calor de los días de septiembre no se había disipado en toda la madrugada y los rostros de los compañeros y compañeras reflejaban el sueño perdido de la noche, las pocas horas dormidas o la vela entre película y lecturas de Kadaré, Ginsberg. Grandes, Cercas, Mondéjar, Grossman, los escritos de la cárcel de Marcelino Camacho- todo lo que da vida y ganas de amar, disfrutar y luchar-. También  partieron autobuses desde Cartagena, el Altiplano, Lorca, el Noroeste, gentes de izquierda, comprometidas, ilusionadas por un mundo mejor, desprovisto de las fuerzas ciegamente oligárquicas que maldicen la vida serena, el trabajo decente, la creencia en un mundo justo. Partieron autobuses de todos las tierras y gentes de nuestro país, de todas las nacionalidades y regiones, enarbolando banderas de CC.OO, republicanas, ikurrinas, senyeras, andaluzas, extremeñas… todas con las siglas del sindicato, todas con el halo de la solidaridad y la lucha de la clase trabajadora.
Cruzamos las primeras tierras manchegas de noche. Cerca de Honrubia, el sol emergente comenzó a iluminar las vastas planicies de la Cuenca Manchega. Era un sol pequeño, rojizo, que se abría paso entre la bruma de la mañana y los campos amarillos de los cereales cosechados. Dejamos a la izquierda Castillo de Garcimuñoz. Un compañero dijo que en el castillo que se levantaba en el horizonte, en lo alto de una colina ocre, fue herido de muerte Jorge Manrique, falleciendo poco después en Santa María de Campo de Rus. Pensamos en el alma dormida, en el “recuerda” con el que nos llamaban nuestras madres para ir al colegio, al instituto, incluso al trabajo. Cerca de Saelices intuimos los restos romanos de Segóbriga y observamos a la derecha los imponentes muros del monasterio de Uclés, en donde se rodó parte del Capitán Alatriste y que fue cárcel, lugar de tortura y cementerio de compañeros y compañeras republicanas en los terribles años cuarenta del Siglo XX. Más allá de Tarancón, dejamos atrás Fuentidueña del Tajo, escenario de la mítica The Spanish Earth de Joris Ivens, narrada por Ernest Hemingway y rodada en 1937. Homenaje a la lucha del pueblo español, a las Brigadas Internacionales, a la dignidad y a la vida misma.
Entramos en el Madrid alonsiano del “millón de cadáveres” de “Hijos de la Ira”, entramos en el Madrid glorioso del “no pasarán”. Ya cerca de la plaza de toros de Vistalegre, la multitud invadía las calles, escuchándose conversaciones en catalán, en gallego, en Euskara, en el castellano diverso de Andalucía, Extremadura, las castillas, Canarias…y las banderas flameaban al aire, banderas territoriales, banderas republicanas, todas con las siglas de CC.OO, todas usadas en mil batallas, en manifestaciones, en concentraciones, en actos de afirmación obrerista.
20.000 almas en el graderío circular de la Plaza de Vistalegre nos inflamamos con la lucha del pueblo palestino, con la solidaridad de las Comisiones Obreras verbalizada por Toxo. Alguien, a nuestro lado, exclamó que los palestinos llevaban cuatro mil años en su tierra; un niño, mientras ondeaba la bandera de CC.OO y la republicana, mencionó el holocausto del pueblo judío y su incomprensión ante lo que estaba haciendo Israel desde mediados de los cuarenta del siglo fenecido. Antes de que hablara Toxo, cantó Aute y su “Al alba” inflamó el Palacio con una voz desgarrada, cansada pero luchadora y convencida de la causa de la clase trabajadora.
Ce Ce O O, sindicato trabajador”, “Ce Ce O O, sindicato trabajador” bramaron al unísono 20.000 voces luchadoras. Toxo habló mucho, se solidarizó con la lucha de los sindicatos de la Guardia Civil , de la Policía Nacional (SUP), de los militares, mencionó a los compañeros de la UGT y la necesidad de fortalecer la unidad sindical ante un futuro sombrío al que no tenemos miedo porque lo vamos a combatir con todas nuestras armas…fue un acto de lucha y de autoafirmación de la clase trabajadora a la que pertenecemos y de la que nos sentimos orgullosos por su historia, por su significado, por la herencia irrenunciable de una sociedad igualitaria, justa y radicalmente libre. Por allí estuvieron Antonio Gutiérrez (silbidos), Santiago Carrillo (ovación cerrada), Josefina Samper (emoción contenida), Saborido, Ariza, Cayo Lara…la solidaridad de muchas organizaciones a las que nos sentimos unidos por lazos de comunión de ideales.
Alli estuvo “Ce Ce O O, sindicato trabajador”, la historia de una parte importante de la lucha antifranquista pero también la fuerza de un sindicato, y de una clase trabajadora, que no tiene miedo a los embates de los reaccionarios, ahora llamados mercado, de los oligarcas nacionales e internacionales que quieren acabar con el estado del bienestar y con la solidaridad internacionalista de la clase trabajadora. Allí hablaron luchadores de la educación, con la camiseta verde, en defensa de la escuela pública y laica; mujeres del campo de Murcia, hijos e hijas de nuestra historia, la historia de la emancipación de la gente frente a los poderosamente egoístas; allí ondearon las banderas de la unidad en la diversidad.
Sonó la internacional, el puño en alto, la emoción en todos los poros de la piel.
Regresamos a Murcia cansados pero orgullosos de haber participado en un acto de autoafirmación sindical, de demostración real de la fuerza que los medios de comunicación y los poderes económicos y políticos nos niegan mientras preparan la liquidación de las conquistas de siglos de lucha.
Allí estábamos las Comisiones Obreras.

jueves, 26 de mayo de 2011

Somos el futuro

Indignados, indignación…somos poemas con alas que se posan en los telares del Siglo XXI, con las palmas de las manos acogiendo los retazos del cielo que todavía brillan en azul intenso y nos guían entre las tinieblas del mercado universal. Miramos nuestras manos, las acariciamos con la voz, con la mirada alegre, con el susurro de las hojas que se agitan entre las tiendas de los campamentos, y las vemos llenas de bondad humana, de ideas que convergen en un mundo mejor, distinto, alejado del egoísmo que, se dice, es el motor del progreso de las sociedades.

Nos llaman nazis, un señor de Murcia así nos ha tildado, nos insultan por ocupar las plazas de las ciudades transmutadas en nuevos y distintas ágoras griegas, bajo el sol mediterráneo. Las olas de la civilización besan con su blanca loza los parterres de los jardines, los adoquines y las estatuas de los espacios públicos, esos que siempre han sido nuestros y a los que ahora se les quiere despojar de su carácter de lugar de encuentro, de debate, de confrontación de ideas, de simbiosis de corazones y pensamientos. Nazis por debatir, por compartir, por amar, por odiar lo inhumano, aquello que nos hace esclavos : nazis por elaborar libros en lugar de quemarlos, por crecer como una rama cuajada de sueños en el árbol mal podado de la historia.

Somos gente con nuevos valores, dispuesta a crecer y florecer en el olmo de las ideas, a impedir con nuestra movilización permanente que ningún poder –económico, social, gremial- nos entierre en el arroyo del olvido, porque crecemos, y creceremos, y en el estío seremos el árbol de la vida, cuajado de frutos hermosos y de flores que germinarán en briosas ideas de sociedades distintas.
Somos los indignados, el movimiento 15-M, la poesía de métrica libre, los cavadores que buscan las raíces de la realidad en un mundo perdido que nunca fue nuestro porque nos lo arrebataron.
Somos el futuro.

jueves, 19 de mayo de 2011

Campamentos por todo el país...

Parece que en el corazón de la máquina, de los engranajes que siempre funcionaron a la perfección, está creciendo hierba, y color y pensamiento. Vivíamos adormecidos en un mundo que nos ofrecía un paraíso cambiante pero siempre con los mejores frutos que pudiera proporcionar la ciencia. Pero ahora sabemos que las personas que habitamos las tierras del planeta, tierras de América, de Asia, de Oceanía, de África, de Europa…somos marionetas manejadas a su antojo por los mercados, por los especuladores y por gentes que discriminan los derechos, que todos y todas adquirimos por el mero hecho de nacer, en aras del poder económico, también social.
Vivimos en una sociedad mediatizada por los partidos políticos, el voto obligado éticamente cada cuatro años, la soberbia de unos personajes que se consideran más inteligentes, mejores en definitiva, que el resto de los ciudadanos por el hecho de haber sabido (picardía, apoyos familiares…) aparecer en los primeros puestos de cualquier lista electoral. Y han inventado el mito del coste excesivo de métodos directos de ejercer la democracia: el referéndum, por ejemplo, al tiempo que nos niegan capacidad para discernir, y por tanto votar, sobre diversas formas de organización social y económica que pudiéramos plantear.
Está todo atado y bien atado. Dos partidos políticos que se reparten el poder político y territorial a lomos de una ley electoral discriminatoria para opciones filosóficas, políticas, de transformación social. Con esta ley siempre serán los amos de país en unos momentos en los que los amos deben ser borrados de la faz del lenguaje y sustituidos por ciudadanos iguales que se unen para mejorar tanto desaguisado.
Debemos seguir creciendo, abriendo campamentos en todas las ciudades importantes, demostrando que la ética de la gente desprecia esa otra ética de la mentira política, las cloacas y la fontanería. Esto no puede quedar en nada: debemos empujar a las organizaciones que defienden sinceramente una democracia directa, una sociedad articulada sobre la educación, la sanidad, los servicios sociales públicos, que no castigue al necesitado y sí lo convierta en el centro de nuestras aspiraciones.
Todos y todas a la calle, a los campamentos, a la Glorieta de España, a la Plaza del Sol, a todos los espacios urbanos que nos pertenecen como ciudadanos y como personas que buscamos la felicidad en la sonrisa de un niño, y de un anciano, en nuestra propia sonrisa